jueves, 30 de diciembre de 2010

POR LAS CATEDRALES DE ORDESA

Tenemos un relato escepcional de nuestro amigo José Joaquín Berdún. Una escursión casi invernal por el valle de Ordesa. "LAS CATEDRALES DE ORDESA".
Las fotografías son del mismo autor. ¡¡¡¡¡¡Muchas gracias J.J. ¡¡¡¡¡¡¡


El día era insultante. No voy a decir insultantemente bello, porque eso es un tópico y porque además cada uno lo siente de distinta forma. Un día como aquel, sin una nube en el cielo, puede resultar hermoso para muchos y una sosada para otros.


Era insultante porque era de esos días que te retan en plan chulo. “Te voy a ofrecer de todo. A ver si eres capaz de sentirlo”. Esos días al principio me mosquean, no creáis, pero luego, cuando uno se rinde al maleficio del esplendor… pues eso, que te rindes.

Era noviembre. De mañana temprana. Hacía frío en el valle. Estábamos en Ordesa y allí se le tiene más respeto a todo.

Por eso uno no se atreve a calificar casi nada. Unas veces te quedas corto, otras no sabes y otras estás alelado mirando el enésimo arroyo gracioso que canta con voz indescifrable.

Lo mejor es que el rumbo lo fije el silencio. En esos días de aire helado que te corta el rostro, los ruidos se acurrucan y salen sólo de vez en cuando, como a estallidos secos, como de hielo. Todo parece en calma, recién hibernado. Pero es una treta de la naturaleza que en esa época juega al escondite, lo mismo que en primavera va de exhibicionista descarada.



Por el camino del bosque que conduce a Carriata pesaba un silencio de mentira. No había un gramo de viento y estaba todo tan quieto que era imposible. En la falsa calma chicha montañesa parecía sentirse el susurro de la gota que se deslizaba por la hoja del pino hasta caer en tu cuello en forma de puñalada glacial. El chasquido de la rama aplastada bajo tu bota semejaba un estallido: ¡crak!. Y luego ¡blof! o ¡chof! o ¡ñeeec!. Eso era la nieve bajo nuestros pies, que sonaba diferente si estaba helada, blanda o acuosa.

Ese camino es empinado y húmedo. Por momentos se confunde el sudor con la rosada. Y cuando paras, te sale humo de las mangas y del pecho. Y te embriagas, porque hueles raro, o sea, mal, y porque el bosque huele tanto y habla tanto que la capacidad de asimilación se diluye por los verdes. Esos bosques de pinos y abetos son un mareo de verdes, de musgos, de piedras verdes, de pájaros verdes, de troncos medio verdes, de brumas verdes.



Salimos del bosque. Se abre un ventanal gigante y ¡zas! un sol blanco que rebota en el Tozal del Mallo. Ese roquedal enhiesto parece la trempera marinera de Carriata. ¡Madre mía, que vigor! Si el día era chulo, este es un macarra. Pero como es tan guapo, nadie le molesta. Al contrario, las ganas de cortarlo o dinamitarlo o chuparlo que te dan nada más verlo se transforman enseguida en un deseo sobrenatural de que te posea, de que te traspase con sus agujas hasta matarte de placer.

Para no caerte redondo del susto miras hacia la derecha. Pero casi es peor. En una umbría solemne se despereza majestuoso el circo. Te quedas paralizado esperando que hable, que bostece, que te diga algo discernible, que gima. Pero allí sólo hay enigma, un silencio encerrado en un arcano de hace miles de años. ¿De dónde ha salido semejante sinfonía de tonos, grietas, praderas, cielos, torrentes, paredes…? Es el desorden más cincelado que te puedas imaginar. Un caos perfectamente alineado, donde los riscos le hacen arrumacos al cielo, mientras los dos se mofan de tu impotencia, de tu incapacidad para comprender el espectáculo. Es un enorme rincón de lujuria sobrenatural.



Paramos. Comemos y bebemos. Aunque el momento invitaba a otras actividades. Pero yendo por la montaña lo mejor es ir bien avituallado. Aunque no se sepa muy bien para qué.



Seguimos andando. El camino ahora apenas sube. Va por la faja de Racón. Esto de las fajas en la montaña siempre me ha hecho mucha gracia. Faja remite a constreñido, apretado. Pero yo a estos paredones los veo bastante sueltos, de hecho, van soltando pedruscos cada dos por tres, ajustados como están, eso sí, a los cánones del sol, de la lluvia o del viento. Su único ajuste. ¿Será por eso lo de las fajas? Bueno, qué más da. Quizá tiene que ver con la lujuria mágica que se olfatea en todo ese entorno, que de tan bonito parece de ficción. Supongo que a los que las bautizaron, que serían varones, claro, les pusieron cachondos pero les dio vergüenza llamarles bragas o ligueros (entonces se usaban, eh) y eligieron un término más discreto, menos evidente. Aunque podían haber sido más finos y haberles llamado corpiños.



¡Eso, eso, corpiño! Tomamos el camino del corpiño de Racón, que es una senda estrecha, humillada a los pies de las bravuras del Gallinero (el Gallinero es el nombre real del macizo, no es ninguna imagen pseudo literaria a las que soy tan aficionado). Lo de Gallinero le debe venir de que aquellas rocas están en permanente alboroto (de quebrantahuesos, no de gallinas), y en permanente ascensión a la nada mientras van soltando pedruscos ladera abajo.

Vas por Racón. Te topas con un paredón. Te quedas sin habla. Quieres transmitirle tu humilde y respetuoso saludo. Lo miras, pero como estás a sus pies, empiezas a elevar tu ángulo de visión buscándole el rostro para que vea tu expresión servil y atolondrada y no se mosquee. Te vas inclinando hacia atrás. Pero su rostro no asoma porque las paredes no son verticales, no. Están inclinadas hacia el valle, con extraplomos retadores, esos que en verano se pueblan de escaladores esquizofrénicos e irreverentes, empeñados en saltarse las leyes de la física. Algunos lo consiguen. Y tú sigues echándote hacia atrás. Primero, el cuello. Luego, la espalda. Metes el culo hacia delante y al final… ¡zas! te vence tu propio peso y caes en posición supina bajo el risco.



Crees que te ha llegado la hora, pero te levantas con torpeza, te sacudes la nieve y sigues andando. No sin antes haber escuchado la risotada de uno de esos árboles imposibles que crecen en horizontal desde una grieta del roquedal. Su afán por cotillear todo lo que pasa en el valle es superior a su vértigo. Les llaman vigías. Pero no lo son. Son cotillas, allí, asomados a ver si pueden disfrutar con el espectáculo del algún escalador destripado doscientos metros más abajo, o viendo cómo nos rebotamos hacia el abismo algún montañero desprevenido que da un mal paso en la senda del corpiño.



Seguimos. ¡Andá! Una familia de sarrios asoma por entre las rocas. Mirada displicente a la vez que cautelosa, y en el fondo, misericorde. Nos ignoran elegantemente pese a todos los intentos bárbaros (gritos, ruidos, silbidos) por que se meneen y nos obsequien con unos cuantos brincos de miedo. Nada. Pues nada, señores sarrios, a plantar fuerte.

Con el eco de la displicencia de los sarrios en el cerebro, miras hacia atrás. Y la visión te palidece el alma. Es como si estuvieras viendo una colección de catedrales a tamaño gigantesco.

Catedrales que desafían todas las leyes del universo, sin caerse, bien agarradas a los cimientos de la Tierra. Y la luz del sol que se cuela desde el final del valle que se tumba en dirección este-oeste. Y la nieve al fondo. Y el verde (otra vez). Y los pardos. Y los grises. Y el silencio. Y la rendición ante un momento inabarcable.

Seguimos adelante. El camino se esconde detrás de un pino gigantesco con dos troncos y cientos de ramas. ¿Y este qué hace aquí?, piensas, cuando el que se hace la misma pregunta es él, pero referida a ti. El árbol majestuoso que guarda el sendero es un aviso. ¿Qué haces tú aquí? Miras a tu alrededor y confirmas que eres un elemento extraño, ajeno y pervertidor del equilibrio caótico que gobierna ese entorno encantado.



¡Qué calor! Es noviembre y tienes que ir en manga corta. Y con nieve a tus pies: ¡blof, blof!, ¡ñeeec, ñeeec!. Algunas rocas invisibles se menean bajo tus pies. Clavas rápidamente el bastón para sortear el desequilibrio.

Seguimos adelante. En un recodo hay una roca que se desploma sobre el camino con una forma sinclinal. Gotea el agua desde la punta y los rayos que filtra recrean un ambiente que parece reservado a las fotos irreales de los manuales. Pero no, está ahí, es real y no tiene dueño ni orden. Increíblemente hermoso. Echamos unas fotos sin truco.



Volvemos a otro bosque de abetos y pinos. Entre dos de ellos asoma un chorro gigantesco de agua. Es la cascada de Cotatuero. Esta sí que saluda con energía. Nada de silencio. Retadora. Le haces una reverencia, le hacemos fotos y almorzamos a sus pies.

Sorteamos el barranco de Cotatuero y ascendemos en busca de la senda que ciñe las murallas de Fraucata. Es la faja de Canarellos, otra faja, otra senda maravillosa que pretende ajustar a otro gigante, al Tobacor, que descansa en el colchón de estos riscos.

Las paredes de Fraucata están llenas de agujeros, de grietas por donde asoman barrancos y negruras. Por allí hablan y te hipnotizan. La cámara de fotos a estas alturas echa fuego. Cortamos praderas que se asoman a riscos, riscos que se asoman al valle, a mil metros bajo nuestros pies.

Sin casi darnos cuenta, el camino llega a un bosque de hayas y empieza a descender. El fondo del valle está umbrío y hace más frío. Los faus (hayas) están ya desnudos, retozando con la nieve que anuncia el invierno. Los duendes se han retirado a echar la siesta en esta primera hora de la tarde. Alrededor sólo hay árboles callados. Se marcharon los riscos. En el bosque sigue el silencio.



Volvemos a casa.

José Joaquín Berdún 
 
 
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miércoles, 17 de noviembre de 2010

RUTAS SENDERISTAS EN EL SOMONTANO DE BARBASTRO

La Comarca del Somontano de Barbastro en su portal de promoción nos ofrece una serie de rutas senderistas para recorrer en familia.


Muy recomendadas para estas fechas de finales de otoño en los que los días son plácidos y frescos y el tiempo y el camino discurren sin prisas.
Algunos de estos senderos son antiguos caminos rurales, transitados a lo largo de la historia de estos pueblos por cazadores, pastores, carboneros o vendedores.

En alguno de estos senderos encontraréis paneles explicativos que hacen mucho más interesante la ruta.

También hay rutas más recomendadas para deportistas, con desniveles importantes y larga duración.

En cualquier caso seguid las recomendaciones de cada sendero y disfrutad.

Foto Comarca de Somontano: Naval

viernes, 29 de octubre de 2010

SENDEROS PARA TODOS

LA DPH ADAPTA DOS SENDEROS DEL PIRINEO PARA HACERLOS ACCESIBLES A TODAS LAS PERSONAS




Un sendero en el Valle de Pineta en Bielsa y otro en Biescas están dotados de todos los elementos, mobiliario y señalización necesaria para hacerlos accesibles a las personas con capacidades diferentes. El objetivo: equiparar senderos del Pirineo aragonés siguiendo criterios de máxima accesibilidad de manera que el entorno natural pueda ser disfrutado por un público amplio y diverso.

Mas información >>

martes, 19 de octubre de 2010

DIA DEL SENDERISTA DE ARAGÓN

El próximo domingo día 24 de octubre se va a celebrar en la Comarca de Sobrarbe el XII Día del Senderista de Aragón, organizado por los clubes Atlético Sobrarbe de Aínsa, club de montaña Nabaín de Boltaña y la Federación Aragonesa de Montañismo.




Esta jornada festivo-senderista se organiza cada año en una provincia aragonesa. El año pasado correspondió a Caspe en la de Zaragoza y el próximo año la organización correrá a cargo del club Javalambre de Teruel.


La inscripción podrá efectuarse hasta el próximo jueves día 21, inclusive, y ahora mismo el número de inscripciones se acerca ya a los 500, número máximo previsto por la Organización, pudiéndose llevar a cabo en la propia Federación Aragonesa de Montañismo y en los clubes adscritos a la misma.

Se han programado cuatro rutas diferentes: Ruta del Ara (caminata entre Jánovas y Boltaña), Ruta Aínsa-Boltaña (con principio y final en las plazas mayores de ambas localidades), Ruta de San Vicente de Labuerda-Escalona (pasando por Fontanal y Muro de Bellos) y la última Ruta de Partara (recorrido por la cresta de la misma sierra).
                                    Información ofrecida por el Club CAS http://www.clubcas.com/

Más información de las rutas >>>
Ver el mapa de las rutas >>>                              

miércoles, 22 de septiembre de 2010

El Barranco de Gabasa

Gabasa está situada a la orilla de uno de los barrancos que dan origen al río Sosa.




La parte superior de la población es una zona endorreica donde antiguamente pudo existir una laguna natural. Ahora lo que encontramos es un bello barrranco que discurre entre una vegetación exuberante. Las condiciones de humedad, temperatura, la disponibilidad de agua, y la umbría que configuran las montañas, hacen que la vegetación sea muy diferente a la que encontramos en el resto de la Litera.



Avellanos, robles, nogales, limoneros, olmos, una gran alfombra de colas de caballo son algunas especies que podemos encontrar en el barranco. Por no hablar de la bella cascada que decora el recorrido. Un paisaje verde esplendoroso poco habitual de la zona. Por eso lo llaman el pequeño paraíso.



Cómo llegar: Desde Azanuy; carretera dirección Peralta de la Sal y una vez llegados a dicha población, carretera Gabasa.15 minutos en coche.12 km desde la población de Azanuy.

Modo de realización: andando
Tiempo: 45 minutos
Dificultad: poca dificultad
Época recomendada: todo el año, aunque primavera y otoño son las épocas más esplendorosas en cuanto a colorido se refiere. 
Material recomendable: Ropa cómoda. Mejor botas para que no cale la humedad de la vegetación. Cámara de fotos. El paisaje es paradisíaco. 

Parquin: en la misma entrada del pueblo, junto a la parada de autobús.



ALOJAMIENTO DE TURISMO VERDE EN EL ENTORNO

Casa La Franja
(Casa Rural)
Tamarite de LiteraInformación >>


viernes, 17 de septiembre de 2010

Con niños por el Parque Nacional de Ordesa

Desde la oficina de turismo de la Comarca de Sobrarbe nos proponen divertidas y sencillas escursiones por los disitinos valles del Parque Nacional de Ordesa.
Hoy nos vamos al Valle de Pineta.


A LOS LLANOS DE LALARRI DESDE PINETA
Dificultad: fácil-media.
Desnivel: 270 m. desde la ermita
Tiempo aproximado: 1 hora y media ida.
Accesible todo el año excepto cuando hay mucha nieve; en tal caso, hay que subir con raquetas.
Inicio: a los Llanos de Lalarri, se puede acceder por dos caminos diferentes.
1. Por la pista que cruza el Río Cinca y sube en dirección al Circo, cruzando el puente. Hay carteles
Indicadores que marcan la ruta.

2. Desde la Ermita de la Virgen de Pineta, al lado del Parador Nacional. Hay un cartel indicador del camino que en fuerte pendiente se adentra en un bosque de hayas para unirse posteriormente a la pista anterior cerca de los llanos. Una vez llegado a los prados, se puede contemplar el glaciar de Monte Perdido.

miércoles, 25 de agosto de 2010

El valle de Barrosa

Cuando el verano aprieta y hasta en los pueblos del Pirineo nos quejamos de calor, yo quiero recomendaros que os animéis a subir hasta los altos valles.


El de Barrosa es el último valle de la vertiente Española en la ruta del túnel de Bielsa-Aragnouet.

A la entrada os encontraréis los restos de las antiguas minas con grandes pedrizas de rocas que fueron extraídos en siglos pasados del interior de estas montañas.

Siguiendo por el curso del río Barrosa se llega hasta el circo de origen glaciar que cierra el valle.

Disfrutad del río, de la gran cantidad de flores alpinas que encontraréis por toda la ruta, y si camináis en silencio seguro que sorprenderéis a alguna marmota que son muy abundantes en la parte más alta del valle.

miércoles, 21 de julio de 2010

Una semana con Marion en Sarsa de Surta


Nosotros - un grupo de senderistas de 11 personas de Francoforto del Meno (Frankfurt) hemos pasado una semana impresionante en los Pirineos. El viaje organizamos particular en pequeños grupos, pero resultó que nos encontramos todos en Carcassonne para hacer noche allí.

El día siguiente por la mañana, después de haber visitado el casco antiguo, cojimos la dirección a España - a Sarsa de Surta, un pueblo pequeño (muy pequeño) cerca de Ainsa. Cruzando los Pirineos con vistas e impresiones fenomenales, serpenteamos por una grandiosa naturaleza.

Y luego, después de llegar a Sarsa de Surta: una casa encantadora con muchos cuartos, a los cuales se llega pasando por muchos rincones. Podíamos utilizar dos cocinas para preparar nuestras comidas comunes, y Wolfram hizo buen papel como panadero. Con su amabilidad, nuestra anfitriona, Marion, nos facilitó que nos sientéramos en seguida como en casa. Aficionados al senderismo saliamos todos los días de excursión.

Afortunadamente a Marion le gustó acompañarnos, así pudimos experimentar y ver mucho más. Ya el primer día bajamos por matas espesas, por una cuesta escarpada al barranco del rio Isuala. La vuelta era dura, pero antes podimos bañarnos en el agua muy fresca y tomar el sol. El día siguiente hicimos una caminata en el Rio Vero: muy interessante las cuevas en las paredes de roca, donde los buitres tenían sus nidos.

Aunque con Marion teníamos una casa muy agradable, hicimos una excursión de 2 días, con mochilas muy pesadas (entre otras cosas salero y cafetera de 18/10 acero inoxidable), para dormir en la iglesia de Nasarre, a lo cual a algúnos les gustó más dormir en el exterior, encima de las tumbas (el interior de la iglesia estaba cubierto con mucho polvo). Una salida del sol sensacional nos compensó el acampamento nocturno tan frio como duro. Marion nos llamó desde una ventana de la torre: “Alguien podría hacer por favor una foto”, y todos sacaron sus cámaras.

Aún no tuvimos suficiente de excursiones e hicimos frente a otro desafío: el Castillo Mayor! Casi 900 metros de desnivel tuvimos que superar por matorrales espesos y por fuertes formaciones rocosas, acompañadas de alimoches que daban vueltas por encima de nosotros. Sorprendiente la llegada a la cumbre: estás ocupado en trepar hacia arriba y de repente miras cientos de metros al fondo. En la Cruz nos inscribimos todos en el libro que encontramos allí.

Algunos aprovecharon el último día para ir a bañarse, otros se quedaron en casa tranquilos. Y por la noche ayudaban todos a terminar la semana con barbacoa y una alegre fiesta.

La despedida no era fácil para ninguno de nosotros. Llevamos muchos maravillosos recuerdos a nuestra vida cotidiana. Con impaciencia esperaremos la próxima estancia en los Pirineos.

Autores: Gisela Scheren, Karin Malekyar

Traducción: Marion Englert de Casa La Joya en Sarsa de Surta

lunes, 12 de julio de 2010

LAS PASARELAS DEL VERO

Dicen que la Sierra de Guara es el paraíso de los barranquistas y Alquezar es el corazón de este paraíso.
Pero no todos los visitantes de Guara nos atrevemos a descender un barranco. Nadar, descolgarse por una cuerda a algunos nos produce pánico.
Si queréis conocer la parte final de uno de los cañones más bonitos de la Sierra de Guara os recomiendo esta sencilla y apasionante ruta que partiendo de la Plaza de Alquezar nos lleva por unas espectaculares pasarelas hasta la antigua estación eléctrica.
Las primeras pasarelas de madera bajan encajonadas a los pies de los muros de la Colegiata y el Castillo.
Descendemos el Barranco de La Fuente contemplando las vistas de la villa medieval y las espectaculares paredes con sus numerosas covachas. La vegetación que nos rodea en este primer tamo del barranco es fresca y húmeda.
Cuando alcanzamos el lecho del río Vero nos encontramos rodeados de impresionantes paredones.
Este es el paisaje más característico de Guara; un entorno de agua, roca y abismos. Refugio de flora y fauna únicas y que desde el paleolítico el hombre ha recorrido y ocupado.
Desde aquí cuesta muy poco acercamos hasta la cueva de Picamartillo justo enfrente.
A partir de ahora vamos a descender por el cauce del Vero, pero no por el agua sino por unas impresionantes pasarelas metálicas colgadas en las paredes que rodena el cauce, hasta llegar a la antigua presa y a la central eléctrica.
Hay que aprovechar las aguas de las azuladas badinas para un refrescante baño.
A partir de ahora dejaremos el río y volveremos a ascender hasta el pueblo entre campos de olivos y almendros.Creo que no hace falta deciros que no os podéis perder un recorrido por ese precioso conjunto monumental, uno de los pueblos más bonitos de Aragón.

jueves, 1 de julio de 2010

Castillo de Esplubiello en Hospitaled

Hospitaled está situado entre los pueblos de Almazorre y Barcabo y es el pueblo más cercano a Eripol en línea recta. Se compone de una calle única con una herrería, tiene pocas casas. La herrería tiene su historia pues en ella se falsificó moneda durante la guerra de independencia, el herrero de Hospitaled diseño las monedas. Fueron descubiertas en Barcelona y cuentan que Napoleón puso precio a las cabezas de los falsificadores, entonces el herrero se apresuro a llevar los troqueles a unas cuevas, allí continuaron sus actividades hasta el final de la guerra y nunca llegaron a ser descubiertos.
De Senderos de Huesca

El castillo de Esplubiello debió ser un punto de resistencia al avance árabe, el desvío para llegar esta indicado y hay que cruzar el barranco de San Chils, el castillo esta afirmado sobre roca viva.

Es un castillo poco conocido, pequeño y bastante escondido, sobre un peñón de arenisca. No es fácil de localizar, porqué está envuelto de robles y matorrales que lo hacen invisible.

Se encuentra entre Hospitaled y Olsón, a medio camino y frente al pueblo de Almazorre. La pista sigue el antiguo sendero, sus restos dominan una hondonada de tierras profundas y fértiles, a orillas del barranco de Sanchils y a la vista de Erípol. Hay una indicación en la pista que te conduce a él.
A escasos metros del castillo, en la margen de unos campos está la ruina de una iglesia del siglo XII sin la cubierta y la vegetación la invade hasta el punto de ser casi imposible acceder al interior.


Cerca de la fortificación hay peñascos de roca arenisca: Un interesante castro ibero esculpido, creando espacios habitables además de silos y aljibes, se aprecian agujeros para sostener cubiertas y se aprovecharon las oquedades naturales agrandándolas, seguramente como dormitorio. Una ranura paralela al suelo está preparada para conducir el agua de lluvia para almacenarla en los aljibes.
De Senderos de Huesca

Hay uno que tiene un 1,50 m de profundidad. Quizás otros lo fueron para guardar comida.

Almazorre tiene otras bonitas excursiones: al castillo de Zaba, el dolmen de la Caseta de las Balanzas, el molino, la tejería, el esconjuradero, un horno de cal muy bien conservado, la cueva de la carrasca. Todo con paneles explicativos.

Rafa Dolado de Casa Carpintero de Banastón

lunes, 14 de junio de 2010

EL BARRANCO DE SIESTE

La Valle de Siete es uno de esos muchos rincones de Sobrarbe al que no suelen llegar los turistas, que nos deleita con una sorprendente belleza.
Este año la primavera se alarga, lluviosa y fresca.
Hemos salido de casa con un sol rabioso y picante que augura la cercanía de una tormenta, pero los niños han cogido los bañadores y las toallas con la ilusión del primer chapuzón del año.
Desde Boltaña la carretera que sube a Sieste es estrecha pero bien cuidada. Una buena señalización nos lleva hacia La Valle.
San Martín es el pueblo que culmina el recorrido aunque nosotros dejamos el coche un poco antes, en el borde de la carretera.
Un sendero nos lleva en escasos minutos a las Pozas del barranco de Sieste.
Las pozas son en esta época del año espectaculares piscinas naturales de clara agua color turquesa. Separadas unas de otras por escalones labrados por el agua que forman toboganes y que por supuesto son el deleite de Cilia e Iñigo.
 ¡¡¡¡ Uf que fría que esta el agua ¡¡¡ - Cilia dice que no, que está deliciosa…
Kira, la perrita de nuestra amiga Sara también disfruta del baño y del paseo.
Un ratito nadando y empezamos a trepar y saltar barranco arriba remontando la corriente hasta que llega la anunciada tormenta y tenemos que refugiarnos bajo unas peñas.
No hemos podido terminar el camino, prometemos volver y llegar hasta el final, hasta una alta cascada que han dado en llamar “el coño del mundo”. Dicen que tiene forma de “eso”.